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viernes, 3 de febrero de 2017

El mundo de los datos


Hoy en día vivimos en un mundo cada vez más interconectado. Por ejemplo, gracias al Internet de las Cosas se pueden relacionar distintos dispositivos entre sí que transmiten información. Esto quiere decir que cuando anteriormente un sensor generaba una salida y una persona tenía que desplazarse hasta el sensor para comprobar el valor de la salida, ahora es capaz de enviar su salida de manera automática a un punto de una red (esta red puede ser local o pública, el punto puede ser otro dispositivo o un repositorio, introduciendo así el concepto de nube).

Por situarnos un poco en el mundo real, cuando vino el señor de la distribuidora eléctrica de turno a cambiarnos el antiguo contador de la luz por uno más moderno y digital, con una luz verde que indica que está conectado (siendo esto de gran ayuda para los ladrones que acechan las casas en periodos estivales), lo que realmente hizo fue colocar un contador conectado a la red de la empresa que manda en tiempo real el consumo eléctrico de una vivienda. Si cada vivienda que hay en un país posee un contador que está generando datos en tiempo real, podemos imaginar que el flujo de datos y el almacen de esos datos debe de ser enorme para poder albergar todas las medidas que se producen al cabo de todos los días en los que el contador está en funcionamiento en todas las viviendas que se localizan en un país.

Otro claro ejemplo lo podemos encontrar en la aparición de las Redes Sociales, en las que cada usuario es capaz de generar una grandísima cantidad de datos al cabo del día, como los estados que escribe, los likes que hace a un contenido de un amigo, los nuevos amigos que ha solicitado, las veces que clickea en los banners de publicidad o las conversaciones que entabla.

¿A quién le puede interesar que eso quede almacenado?

Un registro sirve de poco en bruto

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